Aminetu Haidar y Orlando Zapata, dos luchas paralelas (Sáhara y Cuba o la amnesia voluntaria de España)
Este 27 de febrero se ha celebrado el 35º aniversario de la proclamación de la República Arabe Saharaui Democrática (RASD). Marruecos ocupa la mayor parte del territorio que los saharauis reclaman como propio, el de la antigua provincia española del “Sáhara Español” -que aparecía en todos los mapas de España de los libros de texto de mi generación con el mismo trato que Asturias o Málaga-, pero los saharauis conservan, empero, una amplia faja del desierto, fronteriza con Mauritania. Incluye algunos puntos habitados, como Tifariti. Son los “territorios liberados” del Polisario, donde mantiene sus fuerzas armadas mientras la mayoría de los saharauis refugiados subsisten como pueden en Tinduf (Argelia). Esta franja irregular de desierto bajo control saharaui es la prueba principal de que la RSAD no es una mera ficción. Es obvio que Marruecos tolera el desafío que esto representa porque considera fuerte su posición en el resto del Sáhara, aproximadamente un 80% del territorio, donde ha establecido numerosos colonos marroquíes. La ocupación de toda nuestra antigua provincia desértica no compensa el riesgo de una guerra más generalizada, quizás con Argelia. Al Polisario, en cambio, la conservación de esa franja de desierto les sirve como símbolo vivo de su voluntad de resistencia y prueba material de la existencia de su Estado, por precario que sea. Pero la precariedad de su situación ha sido confirmada de un modo clamoroso, y precisamente en España, por el silencio de los medios de comunicación sobre la celebración de su 35º aniversario. Apenas se han publicado unas líneas sobre la efeméride. Y ello a pesar de que el Polisario puede, también, presumir de un logro nada despreciable a día de hoy: ha evitado degenerar hacia el terrorismo (aunque, visto lo poco cotizado que está el respeto a la legalidad internacional, hay que preguntarse que por cuánto tiempo…)
El olvido habitual de los medios de comunicación españoles e internacionales por el Sáhara Occidental apenas fue roto por la huelga de hambre de Aminetu Haidar. Una vez resuelto el nudo de la cuestión humanitaria, cuando Marruecos autorizó el regreso de esta admirable mujer a su casa de El Aiún para que interrumpiera su huelga de hambre, el silencio informativo ha vuelto a caer sobre los saharauis que resisten a Marruecos. No es de extrañar, pues, que también haya sido ninguneado el viaje de Rosa Díez y una delegación de UPyD a los actos de conmemoración del 35º aniversario de la RSAD.
A diferencia de Aminetu Haidar, el preso político cubano Orlando Zapata no consiguió movilizar los apoyos necesarios para obligar al gobierno de Cuba a reconocer su estatuto de preso de conciencia, que eso pedía, y por eso murió de hambre. Ciertamente, Cuba no es Marruecos, ni tampoco el régimen de Fidel Castro se parece demasiado al de Mohamed V: es una dictadura mucho peor. Sin duda habría sido mucho más difícil convencer al gobierno cubano que al marroquí, pero la pregunta es si al menos se ha intentado, si el gobierno español intentó siquiera mejorar la situación de Orlando Zapata y los demás presos políticos de Cuba, aprovechando la excelente oportunidad brindada por esa tan cacareada presidencia de turno de la UE.
El interesado olvido de Zapatero no es por otra parte exclusivamente suyo. Más bien manifiesta un estado de opinión muy extendido en la clase política española, muy ligada a los intereses empresariales más interesados en la continuidad del castrismo o en una transición sin rupturas. Es significativo que en el borrador de declaración de celebración del bicentenario del inicio de los procesos de emancipación de las repúblicas sudamericanas de España, que comenzó en las actuales México y Argentina, presentado a los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados, no se haga ni la menor mención de la ausencia de libertades más elementales en Cuba, mientras se celebran retóricamente los grandes avances de la libertad en el continente. Precisamente fue Cuba la última en independizarse de España tras una sucesión de guerras y revueltas mucho más cruentas que en las otras colonias, aunque finalmente fue la intervención de Estados Unidos la que sentenció el conflicto mediante una ingeniosa neocolonización de Cuba responsable, en última instancia, de la última revolución nacionalista (eso era en sus comienzos, el “socialismo real” llegó después, con la ayuda soviética) que llevó a los Castro al poder. Y allí siguen, sin que los sucesivos gobiernos españoles hagan nada que merezca la pena para ayudar a iniciar una transición democrática digna de ese nombre. Vean al respecto las últimas declaraciones de Zapatero, esperando que el gobierno de Cuba “comprenda”, del mismo modo en que “espera” que pase la crisis económica: sin hacer nada al respecto.
La opinión pública española, por lo demás, parece tan desconcertada como pasiva ante una situación de palmaria injusticia en la que estamos históricamente implicados, y en cuyo mantenimiento, tanto en Cuba como en el Sáhara Occidental, pesan muchos intereses españoles. Parece claro que la causa de la libertad no cuenta con muchos adeptos influyentes entre nosotros (y menos tendrá todavía con cretinos solidarios como el actor Willy Toledo).
Nota al pie: Con este nivel de exigencia democrática no extrañará el siguiente dato, resultante de una inocente búsqueda realizada en Google. Resultados de la búsqueda “Rosa Díez”+Galicia+Zapatero: 132.000; de la búsqueda “Roberto Blanco Valdés”+bomba: 6.930. De los primeros, la inmensa mayoría son denuestos y ataques de todo tipo de instituciones y personajes de Galicia, incluyendo los lamentos político-morales de Mario Conde (sí, el delincuente). Dicho en román paladino nada peyorativo: una expresión coloquial ha despertado muchísimas más protestas y atención unánimemente indignada de los medios e instituciones de Galicia que la bomba puesta frente a la casa de un brillante catedrático gallego (y excelente persona) de la Universidad de Santiago de Compostela. A estas alturas, no digo nada más. Para qué (bueno, sí: la Diputación de Pontevedra, que ha condenado a Rosa, no condenó el bombazo…)
-Hoy estoy desanimado y no sé que decir.
-No estás obligado a decir nada.
-Hombre si no defendemos la libertad y los derechos humanos ya me dirás donde podemos terminar.
-Ya ves, los ciudadanos en su mayoria están preocupados con el dia a dia, con sus vidas su trabajo………….y no encuentra ni tiempo ni lugar para otras cuestiones.
-Yo creo que no, que actualmente todos nos enteramos de todo y hacemos nuestra escala de valores.
-Ya, pero la inmensa mayoria se fija en otras cosas.
-Por éso no tengo ganas de hablar.
-Bueno quedemonos callados quizás mañana…
-Si quizás………………
Ante injusticias sociales de este tipo, ostentadas por determinados gobiernos que se creen al margen de la ley internacional, lo que es una auténtica vergüenza es que los países occidentales sean tibios o miren hacia otro lado sólo por intereses económicos o geopolíticos. Creo que una injusticia cometida hacia cualquier ciudadano del mundo es una injusticia hacia el conjunto de la humanidad. Y si no condenamos dichos atentados contra la libertad, hacemos un flaco favor a la perpetuidad de los derechos humanos en el mundo.