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Sí, es lo que parece

Se comprende que mucha gente no dé crédito a lo que pasa en España. También que busquen explicaciones alternativas a la mejor explicación posible, que siempre coincide con la más sencilla –por el principio de economía teórica- y más acorde con la imagen de la realidad surgida de los datos objetivos aportados por la observación. Vamos, que muchos observadores, con la mejor fe, intentan explicar lo que nos está pasando recurriendo no al realismo epistemológico (las cosas suelen ser lo que parecen) sino a modalidades de pensamiento mágico: esto no puede ser lo que parece, esto no me puede estar ocurriendo, tiene que haber otra explicación.

Así, tiene que haber alguna explicación de las necedades proferidas por Zapatero en su último mitin dominical; tiene que haber algo que no conocemos que explique por qué ha vendido el Presupuesto del Estado al PNV, un partido con 300.000 votos; tiene que haber alguna jugada maestra secreta que explique por qué ha apuñalado a Patxi López y traicionado a los cientos de miles de votantes constitucionalistas vascos que, ¡por fin!, ganaron las pasadas elecciones autonómicas (los de PSE, PP y UPyD); algo que se nos escapa a los simples mortales debe explicar por qué asegura que el precio de la vivienda no bajará más o que el PSOE ganará las próximas elecciones y habrá una gran creación de puestos de trabajo en los próximos quince meses o llegará el fin de la crisis económica -¿por arte de magia?- mientras los mercados internacionales siguen dudando de que el Estado español pueda cumplir sus compromisos de pago de la deuda.

Y tiene que haber alguna explicación -se empeñan- para que el PSOE, partido centenario y hegemónico en  la izquierda española, soporte a Zapatero y su nefasta corte de los milagros. Alguna razón profunda y sutilísima habrá para que el omnisciente diario El País convierta a Arnaldo Otegui en su héroe de papel del domingo, con un trato reverencial y ansioso que nunca ha dado ni a presidentes españoles o extranjeros. Y algo explicará por qué otros diarios y grupos de comunicación, de El Mundo al facha Intereconomía, falsean encuestas o difaman y mienten tranquilamente sin que pase nada.

Otras explicaciones prodigiosas que se nos escapan, porque las cosas no pueden ser lo que parecen, darán cuenta de cómo es posible que la patronal española esté presidida por un tipo que tiene tanto de empresario como el Papa de corista, de por qué los sindicatos convocaron una huelga contra la oposición por las acciones del gobierno, de cómo es posible que el PP prefiera heredar un país en ruinas a colaborar en su rescate apoyando reformas políticas de fondo que todos saben imprescindibles. Y así otro largo etcétera.

Y como no pueden creer que las cosas que ven a diario sean lo que parecen, sesudos comentaristas y honrados ciudadanos se afanan por encontrar explicaciones tan complejas como irrefutables –porque no pueden contradecirse al carecer de toda prueba a su favor o en contra más allá de la pura especulación- que insisten en que el PSOE –o el PP- tiene un plan maestro que al final salvará la situación, que la economía no puede estar tan mal como parece y que un inevitable –porque es conveniente- cambio de tendencia hará que todo vaya mejor, que el pacto con el PNV sea en realidad una jugada maestra para dar estabilidad al país y convertir a ese partido separatista en campeón constitucional. Y así otras explicaciones mágicas que reinventan al terrorista Otegui en renovado Hombre de Paz, redefinen el monstruoso paro español en un modo creativo de trabajar por el país, o a la no menos monstruosa generación ni-ni (750.000 jóvenes de 18 a 24 años que ni estudian ni trabajan) en ejemplo de lo imaginativa que es la cultura del país.

Toda esta ardua lucha contra los hechos -¿no estaría mucho mejor emplear esa energía derrochada en cambiar las cosas?-, todo este desvarío colectivo tiene, además de los consabidos intereses privados a defender (los de los partidos, los periodistas, los empresarios o los sindicalistas), otra causa decisiva que es la negación de la realidad desagradable, el rechazo de las malas noticias, el gusto por el infantilismo irresponsable. La peor noticia es que, en el mundo macroscópico donde vivimos, las cosas casi siempre son lo que parecen.

Y por eso hay que reconocer que Zapatero ha traicionado a Patxi López y a los ciudadanos e instituciones vascas sólo para seguir quince meses más en la Moncloa: la cosa es lo que parece.

Que, en efecto, Zapatero ha vendido a la baja al PNV lo que quedaba del Estado para no prorrogar los Presupuestos y presentarse ante los mercados financieros como un gobernante consolidado, aunque el efecto será el contrario: la cosa es lo que parece.

Que el PSOE es responsable de todos estos desmanes porque es un partido muerto y entregado al zapaterismo de cuerpo y alma: la cosa es lo que parece.

Más aun, que el PP es un partido sin alternativas a la crisis constitucional y económica del Estado de la que son corresponsables, y que no tiene más ambición ni perspectiva que heredar sin comprometerse a nada: la cosa es lo que parece.

Sí, todo esto y mucho más es lo que parece. Exactamente eso. Empeñarse en que sea otra cosa es un vicio colectivo que profundiza la crisis y agravará sus daños. Porque sí, es lo que parece…

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3 comentarios a “Sí, es lo que parece”

  1. Sake dice:

    -Yo te digo que UPyD no puede tener razón y todos los demás estar equivocados, por la sencilla razón de que son más y por lógica no pueden ser ni tontos y corruptos ¡alguno habrá sano!.
    -El sano se ha venido con nosotros.
    -Eres muy exagerado ¡no puede ser!.
    -En éso se amparan y de éso viven en el ¡no puede ser! y sin embargo lo es.
    -Ya, el mensaje sencillo ¿no?.
    -Tú lo has dicho.
    -¡Ya!.

  2. ladelascalzaslargas dice:

    Es lo que parece, y la explicación: sillonitis.
    P.D. Traducido, querencia a permanecer en el sillón.

  3. jjms dice:

    En cuanto a no dar crédito a las cosas que pasan en España, se pueden intentar buscar otras explicaciones a la prohibicionitis que aqueja ultimamente a nuestra clase política.

    Desde los toros en «Cataluñya» (bilingüismo puro con la Ñ y la Y juntas) -pero no los Correbous- hasta la del tabaco, pasando por el que no pueden conducir por nosotros, bajando velocidades máximas justo en tramos donde hay cinemómetros, o por el abucheo del público a las autoridades.

    Si circulas por la ciudad como peatón, cuando acabas de fumar puedes tirar la colilla al suelo, pero no si vas en moto, pues te costará la correspondiente multa y cuatro puntos.

    Hay ayuntamientos que han prohibido fumar, comer, beber y hasta escuchar música en playas. Si circulas por el País Vasco con tu hijo fumador de 17 años en tu coche, él podrá fumarse un cigarrito, pero ni se te ocurra hacerlo a tí.

    Hay una ley que supone que si discutes con tu hermana, tu vecina o con una desconocida en la calle en presencia de agentes de las Fuerzas de Seguridad, y se te ocurre propinarle un simple empujón, sabiendo que no es tu pareja, nada pasará. Pero sin embargo si eso mismo sucede con tu compañera, sabiendo que lo es, tendrán que engrilletarte, abrirte diligencias y ponerte a disposición judicial antes de 72 horas. Ni que decir tiene que si es tu pareja la que te da el empujón, no sucede lo mismo.

    Hay otra ley que dicta qué personas deben de formar un órgano directivo de una empresa privada en función de cómo «mean», pues como mínimo 4 de cada 10 han de hacerlo sentadas y como máximo 6 lo pueden hacer de pié.

    En España hay políticos municipales que en virtud de esa misma ley, se han dedicado a contar el número de semáforos de peatones que hay en la localidad para proceder a ponerle faldas a la mitad de los muñecos.

    Ya sé que no es bueno fumar, que no está bonito tirar colillas al suelo, ni empujar a tu hermana o tu vecina, ni dejar que tu hijo menor de edad fume. Ya sé que es políticamente incorrecto, pero… a mi me gusta poder ejercer mi libertad, llamadme caprichoso.

    Cualquier día se le ocurre a la Pajín sacar una ley que dicte la vestimenta de abrigo indicada según las temperaturas en aras de eso que llaman la SALUD PÚBLICA. ¿Te podrá poner una multa un agente de la autoridad por ir en invierno por la calle sin bufanda?

    Tiempo al tiempo, que camino de eso vamos.

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