¿La Democracia contra el Pueblo? A propósito del caso Papandreu
La definición más habitual de democracia es aquella de sistema donde la soberanía reside en el pueblo, que tiene la última palabra en todas las cuestiones que le conciernen. Procede de la concepción griega clásica de demokratia, actualizada por los revolucionarios ilustrados americanos y franceses. Un gran problema de la popular definición es definir que o quiénes son miembros de ese “pueblo soberano”, o lo que es lo mismo, a quién se le excluye. Nunca ha estado claro y ahora menos. Para los atenienses, por ejemplo, demos (pueblo) era el conjunto de ciudadanos varones libres mayores de edad, excluyendo a mujeres y menores, metecos (inmigrantes y sus descendientes) y esclavos, lo que significa que sólo el 25% de los habitantes del Ática, o menos, tenían plenos derechos democráticos. La exclusión no eran tanta en los primitivos Estados Unidos de América, pero allí también abundaban los esclavos (Jefferson y Washington, entre otros padres de la patria americana, eran propietarios de muchos) y también quedaban excluidas del demos las mujeres, como en Francia. El progreso de la democracia ha sido el de la reducción de la exclusión, primero prohibiendo la esclavitud, luego ampliando el sufragio hasta incluir a pobres y mujeres, después a ciertos inmigrantes para ciertas votaciones.
Hoy muchos se preguntan qué fronteras debería tener el demos. Los xenófobos y nacionalistas porque temen ir demasiado lejos, y así protestan contra el todavía pacato reconocimiento de derechos políticos a los inmigrantes, o se niegan a acatar acuerdos internacionales en nombre de la soberanía nacional; y los cosmopolitas y asamblearios porque consideran que no debería haber apenas requisitos para integrarse en el demos de cualquier país, los primeros, y los segundos porque piensan que el demos es puramente teórico ya que la democracia está secuestrada de hecho por una minoría profesional (partitocracia).
Sobrepuesto a este debate e incrementando su complejidad está el fenómeno de la globalización a la luz de la crisis económica que azota Occidente, con el hecho incontrovertible de que los viejos Estados nacionales, incluso tan poderosos como Estados Unidos, se ven impotentes ante procesos económicos, informativos y financieros que escapan a su regulación. En esta situación, la vieja invocación a la soberanía nacional o del pueblo ha quedado profundamente devaluada: ¿qué soberanía popular funciona contra tormentas financieras como las actuales? Y sin embargo, la gestión democrática de la crisis exige un control ciudadano de las decisiones políticas para atajarla. Por eso la Unión Europea se enfrenta hoy a una pregunta insidiosa y temida: cuál es el demos soberano que debería decidir sobre las medidas económicas que comprometen el Estado de bienestar, la soberanía de los Estados y el futuro del euro y la Unión. Nunca antes había emergido tan obscenamente el problema pendiente de la pobre articulación democrática de la UE.
Los problemas complicados suelen suscitar respuestas más bien simplonas que pueden ser las más populares. Por ejemplo, que lo que importa es la soberanía del pueblo y su integridad (o identidad), y no la democracia porque este sistema sería incapaz de defender al uno y a la otra. Fue la respuesta antidemocrática que sacudió Europa en el primer tercio del siglo XX y condujo a revoluciones y dos guerras mundiales consecutivas. La crítica exacerbada a la democracia conduce fácilmente a la contraposición negativa entre sistema democrático y derechos del pueblo, entre la nula moralidad de los políticos y la elevada de la asamblea popular. Una dialéctica negativa que compartían las modalidades del fascismo y del marxismo revolucionario, y que ahora renace en movimientos antisistema alentados por la doble crisis, política y económica, en la que estamos inmersos.
La idea, en cuya pavorosa simplicidad radica su seducción, es que bastaría dejar decidir al Pueblo para resolver de golpe la crisis creada por los Mercados con la complicidad de los Políticos. Disueltas en el Pueblo, las personas individuales no tienen por qué hacerse responsables de sus propias decisiones especulativas. Sin duda hay gravísimas responsabilidades políticas y económicas en la crisis, pero también algunas populares (para usar ese léxico), porque muchos de los indignados ahora son los mismos que pedían créditos disparatados y votaban a políticos populistas que les alentaban a endeudarse sin límite. Impopular pero verdadero.
Lamentablemente, esta forma de pensamiento mágico no va a resolver nada. Se ha podido ver de nuevo en las reacciones suscitadas por la maniobra de Papandreu para salvar su Gobierno de las adversas consecuencias políticas que provocaría la aplicación del plan de Merkel y Sarkozy para el segundo rescate financiero de Grecia. Muchas muestras de apoyo y admiración por la triquiñuela del tramposo mandatario heleno –que ocultó a sus socios europeos sus intenciones mientras imploraba su ayuda- han abundado en esa vieja y peligrosa idea de que si la democracia no funciona, es decir, las instituciones como parlamento, gobierno y justicia, entonces hay que dar la palabra al Pueblo. Al viejo demos. El problema, sin embargo, sigue siendo el mismo y duplicado: quién es el demos supuestamente soberano, y por qué confiar en que su decisión suplirá con eficacia el fracaso de las instituciones.
Vayamos al problema del demos y el euro: el referéndum de Papandreu no trataba de un asunto puramente doméstico griego porque afectaba directamente al futuro del euro, moneda común de 21 Estados de la UE (por mucho que se pretenda relativizar ese hecho con la preponderancia, y a veces prepotencia, alemana). Dicho de otro modo, Papandreu pretendía llamar a los griegos a decidir unilateralmente sobre un asunto que afectaba a centenares de millones de europeos convertidos en paganos y convidados de piedra. Un abuso político se mire por donde se mire, similar al típico plebiscito nacionalista que pretende que una parte (por ejemplo, Cataluña) decida unilateralmente sobre el futuro del todo (pongamos que España). Tan insostenible que Papandreu no tuvo más remedio que retroceder ante el inevitable ultimátum del resto de socios del euro, que le invitaron a decidir en referéndum sobre la solución de los problemas financieros griegos… pero fuera del euro, con gran disgusto de los creyentes en el mito de la soberanía popular como valor supremo contrapuesto a la democracia de las instituciones. Quizás porque del mismo modo en que no se puede pertenecer a una sociedad si se pretende decidir unilateralmente en asuntos de todos los socios (te acaban echando), tampoco es posible que funcione una democracia que puede suspenderse a conveniencia del demagógico “poder popular”. Y por eso Papandreu no ha tenido más remedio que renunciar al referéndum y buscar otra triquiñuela alternativa (al menos mientras escribo esto).
Es evidente que el único demos que debería decidir sobre todo lo relacionado con el futuro del euro es uno que todavía no existe: el fundamentado en una verdadera ciudadanía europea. Y para que nazca y crezca esa ciudadanía, que significaría igualdad de derechos y obligaciones e instituciones políticas y económicas comunes, habrá que ir a la Constitución de una Europa federal de ciudadanos, no de Pueblos enfrentados. La crisis de euro deja esto cada vez más claro. Hay que agradecer a Papandreu haberlo aclarado aun más.
Buenos días,
Parece usted insistir mucho en el tema de quién está capacitado y quién no para tomar decisiones en política. Ayer pensé que su frase en twitter «Que es una frivolidad votar una ley en cuyo debate de elaboración no has participado y probablemente ni entiendas. Seamos serios» había sido un desliz, pero tras este artículo veo que no.
Aquí leo:»quién es el demos supuestamente soberano, y por qué confiar en que su decisión suplirá con eficacia el fracaso de las instituciones»
Luego parece hacer distinción entre «poder popular» y «ciudadanía europea» que se me escapa. Supongo que en estas elecciones, usted apelará a ese «demagógico poder popular» para formar parte de esa «partitocracia» que tomará las decisiones por nosotros, el pueblo incapaz al que quiere representar o mejor tutelar.
Ayer le sugería en Twitter que la participación ciudadana podía ser mucho más activa utilizando la tecnología. Le insistía en que, desde mi humilde y limitada percepción, la función de los políticos es ejercer de portavoces de ideas, explicando las causas y efectos de las decisiones. Sí, exactamente como ahora. Sin embargo, la decisión final, el voto, ¿por qué no ampliarla? Justificaba Ud. su negativa con «Tú quieres decidir sobre TODO tipo de asuntos directamente? Pues yo no, será porque no soy tan sabio como tú. Qué vamos a hacerle.» y le repliqué «Repito: vuestra función es explicar las cosas. ¿Podéis? ¿qué función tenéis? ¿Se inhiben de votar los diputados no expertos?»
Si sólo los más capaces toman las decisiones, vale, defienda esa postura, pero llámela por su nombre «aristocracia» y sea consecuente, apueste porque el poder legislativo sea por oposición, demostrando que de verdad son los más capaces -¿expertos?- en las áreas que pretendan gestionar.
Un cordial saludo de un ciudadano más
posttenebras@sperolucem.com
Chatworm, no puedo estar más de acuerdo con usted en lo que dice. Hay que llamar a las cosas por su nombre, porque si no al final uno ya no sabe de qué habla.
Si hablamos de democracia, ésta implica que la soberanía recae en el pueblo entero (en política nacional entendemos, creo yo, que es parte del pueblo, a efectos políticos, todo aquél que sea mayor de edad y ciudadano de un país; en otros casos quizá será más complejo, pero no por no saber quién es parte del pueblo, sino qué parte de él tiene legitimidad para decidir sobre un asunto, como los casos griego y catalán que se mencionan). Si, por el contrario, hablamos de que la soberanía recae sobre una casta selecta de ungidos por la Sabiduría, que sabe mejor que el pueblo mismo lo que nos conviene a todos, entonces hablamos de aristocracia. Y es muy legítimo defenderla, tanto como lo contrario, pero es lo que es y hay que llamarla por su nombre. Conozco gente que defiende muy razonablemente la monarquía ilustrada.
Yo, personalmente, me considero un demócrata, porque amo la libertad. Creo que la Historia nos enseña que todas las aristocracias acaban corrompiéndose y abusando de su poder a costa del pueblo. Admito que podrían plantearse métodos para elegir a las élites y dotarles de poder por medio de elecciones pero, quizá por mi cada día más escasa fe en la condición humana, estoy convencido de que siempre acabarán corrompiéndose. A los hechos me remito.
La única forma que conozco para evitar la corrupción es diluir el poder político entre quienes son sus dueños legítimos: todos, el pueblo, usted y yo. Y basar las leyes en principios sencillos, iguales para todos, plasmados en una Constitución redactada y refrendada por todos. Desgraciadamente, la democracia directa y asamblearia es imposible (quizá hasta indeseable). Por eso existe la representatividad (creo que fue Jefferson quien hablaba de la representatividad «injertada» en la democracia). Pero los representantes son eso, representantes. Su labor es representar, debatir, explicar, informar… Las decisiones debe tomarlas aquél que es soberano: el pueblo.
Para evitar que los representantes se corrompan hay diversas fórmulas (como la limitación de mandatos, el poder de revocación, etc.) pero la mejor de ellas es la experimentación, prueba y error, hasta perfeccionar el método. El pueblo se puede equivocar, por supuesto (igual los políticos profesionales), pero tan pronto se dé cuenta de que está equivocado, también podrá rectificar porque la tendencia racional es a buscar lo mejor para uno mismo y será libre para cambiar lo que quiera cuando quiera.
No comprendo cómo se puede argumentar que el pueblo no es capaz de decidir pero sí lo son unos cuantos políticos elegidos dudosamente una vez cada cuatro años, que pueden, durante ese periodo, hacer lo que quieran sin consultar ni responder ante el pueblo. ¿Con qué legitimidad? ¿Cómo puede tomarse una decisión tan grave como la que afecta a Grecia si no es preguntando a quien se verá directamente afectado y de quien emana el poder político: el pueblo (el griego si hablamos de aceptar las ayudas y sus condiciones, el europeo si hablamos de prestar dicha ayuda)? ¿Con qué legitimidad son los políticos más capaces de decidir que el pueblo en su conjunto cuando, además, se supone que lo representan y usan sus recursos? ¿Por qué en lugar de tomar decisiones (muchas de ellas equivocadas) a base de mentir, manipular y pactar a espaldas del público no se limitan a informar de las consecuencias de las decisiones, a debatir las opciones, a explicar al pueblo lo que hay y dejan que sea el pueblo quien decida? ¿Cómo pueden los políticos hablar en nombre de países enteros y luego negarse a escuchar su voz? ¿Qué les asusta?
Un cordial saludo de otro ciudadano más.
Sinceramente, una posible vision intelectualista de lo ocurrido en Grecia se me escapa, porque unicamente diviso la tipica situacion en la que tras un trato entre dos partes una se escuda en una autoridad superior para escurrir el bulto y salvar el culo.
Las reflexiones sobre democracia, soberania etc.. me parecen forzadas. Si Papandreu hubiera querido consultar a sus representados tendria que haberlo hecho el dia anterior a que la soberania popular fuera intervenida hace 2 años por sus acreedores (los bancos europeos e indirectamente porque asi lo quisieron los representantes de la UE, los ciudadanos del resto de la zona euro)Vamos que sino fuera por lo que esta en juego, esto suena a chiste. Consulta al pueblo a estas alturas del follon?Ja,ja,ja…
Cuando a uno lo comen las deudas en cualquier circunstancia, has perdido libertad, este al final como todo bien tiene un precio economico.
Por supuesto, el pueblo griego como cualquier moroso puede decidir sus alternativas, pero nunca sera una de ellas seguir viviendo como hasta la fecha, por muchos referendum que se hagan al respecto.
Bueno, con las ganas que tenía de darte un rapapolvo… esto me pasa por dejar correr el tiempo para meditar antes de poner el post, que se me adelantan en los comentarios y me quedo con las ganas.
Solo una cosa.
Te guste o no, la democracia representativa no es más que una impureza cuya razón de ser ha sido la imposibilidad efectiva en las sociedades modernas de implementar la mejor de sus formas: la democracia directa.
Te guste o no, esa imposibilidad esta desapareciendo a buen ritmo y las personas estamos más unidas, somos más conscientes, sabemos que hay que hacer y queremos hacerlo. Queremos y nos vamos a hacer cargo, te guste o no. No se cuanto tiempo nos va a llevar pero si se que el proceso ya ha empezado.
La mala noticia es que los partidos están condenados, la aristocracia que “gobierna” hoy a la población mediante la división (banderas, monedas, religiones, razas, fronteras…) desaparecerá y el pueblo decidirá su destino.
La buena noticia es que aún tenemos tiempo. UPyD ha nacido en el momento preciso para acompañar la transición y elevar el nivel de la política y de los ciudadanos de forma que la sustitución de la una por los otros sea lo más suave posible. Y eso es así, Carlos, porque la mierda de democracia (el sistema en general) que tenemos solo ha sido desafiado por UPyD y este es en realidad el secreto de su éxito.
Las ideas que has expuesto pueden ser muy peligrosas para el partido. Alguien que las lea puede pensar así: “Pensé que erais distintos, que no erais como los demás, creí que pensaríais un poco mas en mi…”
Señor Felix, me esta usted confundiendo la parte con el todo. Las inconfesables razones (y el timing) que han llevado a Papandreu a consultar lo que los griegos pensaban (¡e inmediatamente despues decidir que le da igual!) no deben menoscabar la idea:
CONSULTAR LO QUE EL PUEBLO PIENSA SOBRE LAS DECISIONES QUE QUIERA TOMAR UN GOBIERNO (QUE NO ESTUVIERAN EN SU PROGRAMA) Y QUE LES AFECTE DE MANERA TRASCENDENTAL.
Esta es la idea correcta y lo de Papandreu no la cambia nada.
Estimado CM, quizás sitúas adecuadamente el germen demagógico que se quiere dar a un asunto de vital importancia para comprender la democracia.
Si las decisiones que se van a consultar al pueblo son del tipo : pagamos la deuda a costa de pasar hambre? o no pagamos la deuda y dios dirá? cual ganaría? no te suena a referendum de zimbabwe?
El hecho de que este o no en el programa es absolutamente intrascendente por que se tratan de situaciones lógicamente no previsibles en el momento de las elecciones ordinarias.
La democracia directa pura es simplemente imposible, y aunque quizás las nuevas tecnologías puedan ayudarnos a acercarnos un poco a ella, debe hacerse con cautela porque si vamos por el camino que simbolizan las imagenes asamblearias que venden los del 15M vamos directos al mayor de los desastres.
Creo que no debemos confundir la crisis económica que obliga a optar por soluciones que deben tener un marcado carácter técnico ( en un sentido u otro) pero técnico, con la crisis del sistema democrático.
Esta ultima ha nacido o se ha puesto en evidencia a partir de la primera, y debe dar lugar a algo con mejor nivel de democracia que el actual, pero recordando y manteniendo lo que hasta ahora ha funcionado, o a caso antes de la crisis financiera alguien se planteara seriamente realizar referendum para evitar que todos nos endeudaramos felices para comprarnos casas,coches, etc…
Si la cosa revistiera una urgentísima necesidad, creo que podría hacerse con un control a posteriori (tipo decreto ley pero ciudadano) con un referéndum. O eso o dimitir, disolver y convocar inmediatamente elecciones generales. Lo que se hizo con la Constitución aquí fue, efectivamente, bochornoso.
El órdago griego de someter a referendum la aceptación del plan de rescate tiene una parte evidente inaceptable: los gobiernos griegos trucaron las cuentas para entrar en el euro, y después de aceptar una serie de condiciones (les han perdonado la mitad de su deuda entre otras cosas) amenazan con efectuar un referendum a modo de revisión de lo pactado.
Sin embargo, creo que no el referendum y las reacciones de oposición que ha tenido en Alemania y en la UE no se pueden ver sin contemplar la falta de legitimidad democrática de la UE.
La UE tiene formalmente un modelo federal y democrático. Con un parlamento elegido democráticamente, y un gobierno (la comisión euriopea) que en principio parece controlado y sometido a ese parlamento. la comisión cuenta con un presdente a modo de primer ministro. Y ahora han creado un nuevo puesto de presidente de la unión, a modo de jefe de estado.
Sin embargo todo está contaminado por la falta de legitimidad democrática real de la comisión y el presidente de la unión. Que son elegidos por una institución antidemocrática y de funcionamiento confederal, como es el consejo (formado por los presidentes de los estados). Este consejo se reserva además poder decisión sobre las principales cuestiones.
Es como si en España las grandes decisiones las tomara la conferencia de presidentes autonómicos. O peor, como si dicha conferencia interfiriera en el nombramiento del presidente del gobierno.
Todo esto, encima se protituye, ya que en la práctica son los presidentes de Francia y Alemania los que toman unilaterlmente -bilaterlamente- las decisiones qeu nos afectan a todos.
Todo se complica más aún con la existencia de una moneda única que no comparten todos los estados, y que sin embargo es gestionada por órganos que deberían ser comunes a toda la UE. Por su parte los países que no son del Euro exigen influir en las decisiones, ya que se gún ellos éstas les afectan. Sin embargo estos paises mantienen su soberanía monetaria, y los paises del Euro no podemos influir en sus decisiones, aunque también nos afectan.
Es todo una aberración concpetual tremenda. Pero no sólo eso. Estamos hablando de una institución supra-nacional que toma decisiones importantes y de obligado cumplimiento paa todos los estados. De modo, que diga lo que diga nuestra constitución, la única soberanía real ahora mismo reside más en el consejo, la comisión y el parlamento europeo que en el pueblo y el parlamento español.
Cuando en un escenario de crisis estas instituciones antidemocráticas toman decisiones polémicas y contestadas o con una fuerte oposición social en ciertos países miembros como Grecia, es inevitable que surjan los conflictos y que ese déficit democrático se ponga en evidencia.
Por otra parte, Francia y Alemania se han repartido descaradamente la presidencia del Banco Central Europeo, que no sólo les representa y compete a ellos, sino al resto de los estados de la zona euro.
Y ahora es inevitable pregutnarse si la política monetaria del BCE no ha favorecido los intereses de Francia y Alemania en detrimento de otras economías periféricas que ahora están en peor situación. La solución es que Francia, Alemania y el BCE compren deuda soberana de estos paises. Asumiendo los riesgos de un impago (que por otra parte ellos mismos han fomentado en gran medida con unas decisones del BCE contrarias a los intereses de estos paises), pero también haciendo un negocio redondo debido a los elevados tipos de interés de estas deudas soberanas.
Y yo digo ante este panorama que si, que quiero más pueblo y más democracia.
Y que quieres decir, que en Zimbawue lo que necesitan y/o merecen es una dictadura/aristocracia que decida lo mejor para ellos y entre otras cosas decida que no quiere un pueblo formado y critico que pueda ponerles en peligro y por tanto siempre necesiten/merezcan una dictadura/aristocracia que decida…
puedes ver el final de la sucesión ?