search
top

Mariano Rajoy, o el continuismo en la Moncloa

Había sin duda mucha expectación por lo que diría Mariano Rajoy en el debate de investidura, aunque no por las mismas razones. En mi caso quería comprobar si, como me temía, la política de Rajoy para afrontar la crisis iba a consistir en negar la crisis política y limitarse a anunciar reformas económicas (bastante vagas), tratando de comprometer a los nacionalistas en esa estrategia con el fin de mantener el actual modelo político que tanto les beneficia. Si, ese mismo sistema que ha agravado la crisis en España de modo catastrófico debido al despilfarro, a duplicidades administrativas, burbuja inmobiliaria, etc. Pues bien, para esto el debate no ha tenido desperdicio porque ha dejado clarísimas tres cosas: 1 – que Rajoy rechaza cualquier reforma sustancial del sistema político actual, se trate de la Ley Electoral o de reparto racional de competencias entre Estado y CCAA; 2 – que quiere pactos con los nacionalistas para mantener tal cual el Estado Autonómico, o profundizarlo, a cambio de compartir los recortes que se avecinan; 3 – que Rajoy no tiene otro plan que capear el temporal a remolque de Alemania para ser admitido en un posible euro fuerte. Así pues, con Rajoy no hay ni habrá cambios sustanciales en las políticas fundamentales de la era Zapatero, continuación a su vez de la gobernanza instaurada en la Transición. El continuismo sigue instalado en la Moncloa, y esa es la razón de que el Grupo Parlamentario UPyD nos hayamos estrenado votando no al candidato Mariano Rajoy.

Me parece que somos el único partido que propugna el fin del caduco sistema político de la Transición y regenerar la democracia española. Me explico: a los nacionalistas les gustaría finiquitarlo, pero para fundar en sus actuales taifas Estados soberanos (en la medida de lo posible). Izquierda Unida querría instaurar una República intervencionista, pero no quiere tocar el sistema de pactos con el nacionalismo y sus recetas económicas no pueden tomarse en serio. Y PP y PSOE, como escenificaron Rubalcaba y Rajoy en un debate que parecía más un revival del seudodebate en TV de la campaña electoral, ni se les pasa por la cabeza que haya algo razonable y necesario más allá de un sistema político cortado a su medida.

La destemplada, prepotente y agresiva réplica de Mariano Rajoy al discurso de Rosa Díez dejó las cosas claras: precisamente por exponer sin reservas la importancia de avanzar hacia una democracia del siglo XXI,  UPyD se ha convertido en un partido extraordinariamente molesto. Y por eso Rajoy atacó con su artillería pesada sobre un triple eje: a) los supuestos “parecidos” entre PP y UPyD; b) la denuncia de la corrupción política y la propuesta de reformar la ley electoral; y c) un misterioso “lo  que le importa a la gente”. El relato resultante es simplón y por eso mismo regocijará a simplones y sectarios: todo lo interesante de UPyD ya lo propone el PP; denunciar la corrupción política es un ataque a una clase política inocente y a una democracia virginal, mientras que la reforma de la Ley Electoral no persigue otra cosa que aumentar los escaños de UPyD; finalmente, estas no son las cosas que importan a la gente, interesada únicamente en aquello que Rajoy dice ser “sensato, razonable, lógico y de sentido común”, es decir, sus recetas anticrisis.

Como el interés principal de Rajoy es salir de la crisis sin que ésta ponga en solfa el sistema político vigente, es normal que haya sido UPyD, en la persona de Rosa Díez, el objeto del ataque más furibundo y desproporcionado a una minoría en un debate que, en ese momento, se convirtió en más de embestidura que de investidura. Ese interés por no cambiar nada de lo que afecte al modo de obtener poder político y de administrarlo explica aparentes anomalías del debate cuidadosamente barridas bajo la alfombra por los palmeros mediáticos del nuevo líder. Como su tácita aceptación de la petición del PNV de continuar el proceso con ETA con toda discreción.

El portavoz del PNV, Josu Erkoreka –muchísimo mejor tratado por Rajoy que Rosa Díez pese a representar al mismo número de diputados, cinco, y estar supuestamente muy lejos del PP en asuntos esenciales-, dijo en su intervención algo notable: que es recomendable no confundir el humo con el asado (préstamo de Josep Pla). Mientras se permite entretenerse con el humo a los amantes de la política espectáculo, los políticos discretos se dedican al asado (y a zampárselo, claro). Traducido a la negociación con ETA, la cosa estaba clara: dejad a Eguiguren con su libro y su declaración diaria, y sigamos nosotros el proceso con la menor publicidad posible. Rajoy alabó la vieja concepción nacionalista de la normalización política y recogió el guante con la salvaguarda retórica de que todo lo que haga con ETA –como le repitió más tarde a Amaiur- será dentro de la ley… ¡como si un Presidente de Gobierno pudiera comprometerse a otra cosa! Y como si la Ley de Partidos, para hablar de una que ha sido extraordinariamente útil, no fuera papel mojado tras la legalización de Bildu por el TC y la aceptación de Amaiur como un partido casi normal. Pronto lo veremos.

Pero, ¿por qué acepta Rajoy esa invitación? Sin duda, no porque desee favorecer de ningún modo a los herederos de los terroristas –aunque esa será la consecuencia-, sino porque hacerlo es otro precio –con el AVE y la intocabilidad del Concierto y del sistema foral, todos concedidos- que el PNV pone para apoyar discretamente la salida de la crisis planteada por Rajoy y porque, al fin y al cabo, es un proceso que ya está en marcha y despejará de alguna manera -o de la contraria, para decirlo al modo del nuevo Presidente- un fastidioso problema que conviene sacar de la mesa con el menor ruido posible (ya lo han apuntado dirigentes del PP vasco que desaconsejan aplicar a Amaiur la Ley de Partidos, como Javier Maroto, alcalde de Vitoria).

Podríamos seguir con otros ejemplos de esta política de apaciguamiento del nacionalismo y aceptación de la agenda política heredada de Zapatero, pero tiempo habrá de ir examinando su desarrollo. De momento, lo que está fuera de toda duda es que no se quiere tocar nada del sistema político español por razonables que sean los argumentos, aportados incluso por el Consejo de Estado. Se puede alegar en contra de este argumento que la lucha por la igualdad ante la ley y por la memoria, justicia y dignidad que piden las víctimas es un asunto menor en comparación con la lucha contra el paro, pero ese alegato ignoraría que el fracaso en ambos campos tiene las mismas raíces políticas: instituciones que no funcionan porque el bipartidismo las ha puesto a su servicio, y no al de la sociedad.

Pero esta estrategia a lo don Tancredo desconoce que a los ciudadanos se les pueden pedir e imponer renunciar y sacrificios fiscales, laborales y sociales, pero a cambio de vivir en un sistema político saneado, transparente, equitativo, participativo y abierto que, a su vez, garantice razonablemente un futuro mejor en todos los ámbitos. Y lo que se pretende es hacer todo lo contrario: sacrificar el debate político a la emergencia económica, aplicar recetas anticrisis de caballo no exentas de contradicciones elementales -¿cómo instaurar un tercer año de bachillerato reduciendo el presupuesto de educación?- y, entre tanto, achicar la democracia rehusando siquiera debatir reformas tan elementales como la de una Ley Electoral que restaure la igualdad del voto y de oportunidades de acción política. Es decir, más obligaciones y menos derechos, más obediencia impuesta y menos ciudadanía responsable, más partitocracia y menos democracia.

Queda por ver si las recetas fiscales y económicas de origen alemán sirven para remontar la crisis. Hay muchos que lo niegan, porque una crisis de deuda no puede solucionarse forzando una recesión económica que empeora el déficit fiscal. Lo que sí es seguro es que el intento de Rajoy de negarse a ninguna reforma política de envergadura mientras blinda el inmovilismo pactando con los nacionalistas, desprecia la igualdad del voto, convierte la corrupción en un tabú inabordable y pretende que una ley, por ser democrática, sea de hecho intocable, no tiene el menor futuro. Agravará la crisis política mientras se agrava la crisis económica. Vaya, Rajoy ya sufría el síndrome de la Moncloa antes de ser elegido el nuevo inquilino.

 

Share

6 comentarios a “Mariano Rajoy, o el continuismo en la Moncloa”

  1. quikesan dice:

    Hola Carlos,

    Estoy muy de acuerdo con su análisis, y con el hecho de que hayáis votado en contra.
    Si puedo hacer una pregunta:
    ¿Cuales son las recetas económicas de IU que no crees que puedan tomarse en serio?
    Gracias y un saludo.

    Enrique Sanjurjo

  2. Sake dice:

    -No sólo de pan vive el hombre, amigo.
    -¿Hablas de la crisis?
    -Digo que no todo se reduce a economia y recortes, digo que hay que tomar decisiones políticas para mejor abordar la crisis económica.
    -Creo que Rajoy no quiere complicarse con decisiones que enfaden a los nacionalistas, y al final pensando un poco, sólo hay un partido que realmente plantea soluciones a los verdaderos problemas.
    -Sí, aparte de UPyD no hay nadie más que quiera verdaderas soluciones.
    -Éso los ciudadanos lo iran viendo poco a poco.
    -No se puede hacer otra cosa, sólo denunciarlo.
    -Sí éso es verdad.
    -Pues denunciemos.

  3. alc dice:

    Las intervenciones de Rajoy en el dabate de investidura se caracterizaron por una obvia y descarada pose forzadamente amable, dialogante y almibarada con todos los partidos. Excepto con UPyD.

    Y eso que la primera intervención de Rosa Díez fue sumamente condescendiente y respetuosa con el PP en general y Rajoy en particular, haciendo hicapié en los puntos que les unían. Se podía pensar, icluso, que UPyD tuviera, cuanto menos, cierta predisposición a votar a favor de Rajoy en la votación de investidura.

    Sin embargo, vimos como Rajoy se lanzó como un dobermann a morder atavícamente a Rosa Díez. Haciendo una demostración pavorosa de cinismo, chulería, prepotnecia e incluso mala educación. En numerosas ocasiones, y muy particyularmente en su última intervención (a sabiendas de que Rosa Díez no tenía opción de responder) trató de ridiculizar a Rosa Díez de manera grosera y faltona. Copiando el peor talante cutre, ruin, mezquino y chavacano de Zapatero.

    ¿Pero tanto miedo tienen?.

  4. alc dice:

    El PSOE y Rubalcaba, mientras estuvieron en el gobierno sededicaron a hacer oposición a la oposición, denunciando que el PP no hacía ninguna propuesta, ocultaba su programa y no arrimaba el hombro.

    Obviamente, lo de decir que la oposición no arrimaba el hombro era una manera zafia y burda de eludir sus responsabilidades como gobierno. El gobierno debe gobernar, es decir decidir y actuar, con responsabilidad. Y la oposición debe hacer oposición.

    En lo qeu sí llevaba cierta razón el PSOE, era en que el PP y Rajoy no proponían nada.

    Más tarde, en el debate entre Rubalcaba y Rajoy, Rubalcaba centró su estrategia en denunciar al existencia de un programa oculto en el PP. Para ello, Rubalcaba se vió obligado a dedicar la myor parte del tiempo del debate a analizar el programa del PP, en lugar de explicar y detallar el programa propio. Y en el poco tiempo que le dedicó a explicar su programa (básicamente poner impuestos especiales a las banca y a las grandes fortunas) quedó patente la falta de credibilidad del programa del PSOE, ante la obvia e inmediata pregunta de por qué no lo habían ya si llevaban casi 8 años gobernando.

    Creo que la principal percepción (sea cierta o falsa) que quedó despues del debate fue que el PP sí tenía un programa claro, frente a la falta de credibilidad del PSOE. En ese sentido, si analizamos el debate en los clásicos, forzados e inútiles términos de quién gano, la respuesta es que ganó Rajoy.

    Sin embargo, creo que ni para Rajoy ni para Zapatero el objetivo de aquel debate era ganar. El objetivo del debate era actuar sobre una porción muy determinada del electorado: los votantes potenciales del PSOE que estaban enfaoados con Zapatero y no iban a votar al PSOE. Rajoy pretendía un debate suave, para no moviliozar a ese electorado. Y Rubalcaba buscaba incentivar el miedo a la derecha, para movilizar el voto al PSOE.

    En el fondo, toda la labor de Rajoy en sus casi 8 años en la oposición se describen de la misma manera. Evitar pronunciarse sobre cualquier cuestión sensible o importante. Ya sean los estatutos de segunda generación, y particularmente el catalán y todo lo que ha traído consigo, la legalización de Bildu y el mal llamado proceso de paz con ETA. El PP ha tratado siempre de pasar de puntillas sin hacer ruido.

    La lógica de esta postura es clara. El PP se mueve siempre en una horquilla de entre 9 y 10 millones de votos, muy poco variable. En 1996, 2000, 2004, 2008 y 2011 ha sacado casi el mismo número de votos con resultados tan dispares como mayorías absolutas o pérdidas electorales. La difernecia está en que el PSOE consiga acaparar o no, y en qué medida, todo el voto contrario al PP. Eso es lo que intentó Rubalcaba desesperada e infructuosamente.

    En el debate de investidura Rajoy mostró esa misma postura y esa misma cara ambigua, hueca, indefinida y vaga. Trató de halagar y mostrarse dialogante,e incluso cercano, con todos los partidos políticos, aunque plantearan cuestiones opuestas o incomptibles unos con otros. Excepto con UPyD.

    En sus réplicas y contrarréplicas a Raso Díez, pudimos ver otra cara muy diferente de Rajoy. Que contrastaba mucho con el tono suave, melifluo e insustancial qeu mantuvo durante el resto del debate. Una forzada y calculada pose de diálogo, sentido común.

    Pudimos ver a un presidente engreido, faltón, cínico, chulo y abusón. Pudimos ver ya la cara de la mayoría absoluta. Y probablemente el auténtico senblante del PP y de Mariano Rajoy. Un pequeño caramelo que anticipa lo que será el talante y la manera de gobernar del nuevo presidente. Y que en el fondo, no se difernecia apenas de las de los dos anteriores.

    Pero ante el triste panorama que nos espera esta legisaltura (en todos los sentidos), veamos también lo poco que hay de postivo. El monstruo ha pestañeado.

    La intervención de Rajoy defendiendo la ley electoral, ha sido descarada. Tratando de denunciar el supuesto interés espurio de UPyD en dicha reforma, ha dejado en evidencia que son ellos quienes sacrifican el interés general y el del país en pro de sus propios intereses particulares y de partido (y los del resto del sistema: PSOE y partidos nacionalistas) para perpetuar un sistema injusto. Cada vez les será más difícil censurar, obviar y acallar un movimiento que, muy contra su voluntad y sus férreso intentos, se asienta y cada vez tiene más fuerza: UPyD. Al menos, queda algo de esperanza.

  5. AJVL dice:

    Estuvo muy bien denunciar la crisis política pero, en mi opinión, el calificativo de corrupción «generalizada» no debió de pasar el tamiz del Consejo Político del Partido. La gorda que se armó pudo dejar un amargo sabor en votantes que no se consideran cautivos de nadie.

    • alc dice:

      Yo estoy totalmente de acuerdo en la idoneidad del término generalizada para explicar la situación y la importancia de la corrpcón política en España.

      Y como muy bien expicó Rosa Díez, para que este término sea válido no se trata de que cuantitativamente la mitad o más de los políticos tengan que ser corruptos. El día que lleguemos a eso, no hablaremos de corrupción generalizada, sino de corrupción aceptada, corrupción sistémica y corrupción cultural.

      Yo creo que Rosa Díez estuvo francmente muy bien con el tema de la corrupción. En su contrarréplica a Rajoy, éste y su argumentación ramplona, victimista y negacionista quedaron totalmente en en evidencia.

      Y si en este tema de la corrupción, y también en el de la ley electoral, Rosa Díez ya dejo puestas las cosas blanco sobre negro, al día siguiente Joan Valdobí (Coalición Compromís) terminó de rematar la faena en ambas cuestiones.

      Y nuevamente Rajoy, que había estado de lo más rastreramente melifluo, arrastrado, caballeroso y gallego con el resto del grupo mixto (excepto Amaiur), le respondió (como a Rosa Díez)con una hostilidad y un cinismo agresivo…

      En este caso, Rajoy fue todavía más lejos. Justificó la corrupción del PP valenciano en que habían ganado las eleciones, y negó legitimidad para denunciarla a todos los partidos, que como Compromís [o UPyD] han sacado peores resultados electorales que los corruptos.

      Esta argumentación es esandaloso e inaceptable. O mejor dicho, debería de serlo. Y el hecho de que los medios de comunicación no se hayan dignado a darle a ests palabras la importancia que tienen es aún más escandaloso, inaceptable y preocupante.

      Me gustaría que ese amargo sabor que comentas haya quedado entre los votantes del PP que hayan visto cómo su voto sirve de coartada para justificar la corrupción.

      Por cierto ¿os habéis dado cuenta de que en la campaña electoral, y muy concretamente en el debate entre Rubalcaba y Rajoy, ni PP ni PSOE han dedicado ni un minuto a hablar de la corrupción?.

      Y por ciertotambién, ¿habéis reparado en que el Rey recurrió en su discurso de nochebuena al mismo argmento que utilizó Rajoy contra Rosa Díez para acusar de ir contra las instituciones a los que, como UPyD, denuncian la gravedad de la corrupción política e institucional en España?. ¿Opina también su majestad que es mejor mirar para otro lado hasta que la el escándalo y repercusión (que no la gravedad) del problema es tal que es inevitable aceptar, afrontar, hablar y encarar el problema?.

Trackbacks/Pingbacks

  1. Que Cataluña anexione el resto de España « JUAN MANUEL CABRERA PAREJA - [...] de partidos independientes y además han gobernado varias veces tutelados por nacionalistas. Al PP le quitamos un problema de…
top