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Hay cosas que hacemos bien: una sociedad mejor que su establishment

Las crisis ofrecen una gran oportunidad a las sociedades y los países para adaptarse mejor a las condiciones de un mundo que nunca va a dejar de cambiar. Naturalmente, para cada uno de nosotros, como individuos, esta es una idea escasamente consoladora si personalmente nos va mal. Y sin embargo, sabemos que la superación de las dificultades y dramas personales dependen en la mayoría de los casos de que le vaya mejor al conjunto de la sociedad. El sálvese quien pueda es casi tan malo o impotente como la negativa a afrontar los cambios.

Una consecuencia psicosocial -con permiso de Jaime Berenguer- de una crisis sistémica (es decir, no sólo económica sino política y moral) tan larga como la que padecemos -va para el sexto año- es el daño a la autoestima colectiva. En España, mucha gente está convencida de que “no tenemos remedio”: tras unos años de prosperidad artificial y efímera volvemos a la pobreza, los dramas, la emigración -el “ven a Alemania Pepe”, aunque ahora sea vía Twitter o Washap- y la corrupción generalizada y sin remedio.

Ha llegado la hora de decir que, sin embargo, hay muchas cosas que se hacen bien en España y que, en general, la crisis está demostrando que la sociedad civil, pese a su histórica debilidad y excesiva complacencia con la mala política, es mucho más saludable que un mísero establishment (políticos profesionales, altos ejecutivos, jueces y periodistas estrella, grandes opinadores…) obviamente agotado, carente de ideas, impregnado de un conservadurismo egoísta y agusanado por la corrupción y la inmoralidad. Apesta. Si alguien tenía alguna duda, las querellas que hemos puesto en marcha por los casos de saqueos de Cajas de Ahorro (Bankia, Banca Cívica, Caja Navarra, Caja Segovia) y la estafa de las preferentes, por citar las más importantes, lo está dejando muy claro.

En contraste con el momento depresivo de la autoestima colectiva del país, el establishment da muestras de sentirse no sólo muy satisfecho de sus fechorías y papel dirigente, sino firmemente dispuesto a seguir al frente de todo tras su desastrosa gestión y tratar de restablecer los años dorados de la burbuja inmobiliaria y el pelotazo especulativo: a eso le llaman estabilidad política e institucional. Pero es otra cosa: es egoísmo, narcisismo e inmovilismo. No quieren ningún cambio, y los que no haya más remedio que aceptar, los quieren inocuos para sus intereses oligopólicos. Las “élites extractivas”, en la irónica definición popularizada por César Molinas, quieren seguir extrayendo y dejar el monopolio de la extracción a los herederos que designen. Llevan muy mal que se les recuerde su ostentosa incompetencia y rapacidad, como volvió a demostrar Mariano Rajoy en el último encontronazo con Rosa Díez.

Un establishment de mala calidad subido a hombros de una sociedad paciente, sensata y desmoralizada por su propia mansedumbre: ese me parece un buen retrato de España. Los observadores foráneos, que vislumbraban con emoción un nuevo 36 donde pudieran imitar a Malraux y Hemingway, comienzan a reconocerlo: la diferencia de España con otros países del entorno es que la profundísima crisis y la creciente pobreza no ha producido reacciones antisistema comparables a las de Grecia o Italia (Portugal demuestra también una secular sensatez). Los partidos abiertamente xenófobos y eurofóbicos son marginales, y la crisis del sistema de partidos no ha dado lugar a la emergencia, en olor de multitudes, de golfos ostentóreos como Berlusconi o rencorosos sin proyecto político como Beppe Grillo.

En los execrables escraches participan cuatro gatos -¡uno de ellos el facha Verstrynge!- pese al esfuerzo de los medios por hacerles publicidad gratuita. La gente paga sus deudas hasta el límite de sus fuerzas (a diferencia de las administraciones morosas). No culpamos a los inmigrantes de nuestros problemas, ni tampoco -al menos la mayoría- a los países nórdicos. Sabemos que nuestros problemas son sobre todo nuestros y que buscar chivos expiatorios foráneos (salvo en Cataluña) es tan inútil como erróneo. En resumen, merecemos algo mejor. Lo decía hace poco el diario económico alemán Handelsblatt.

¿Qué tenemos que hacer para superar esta crisis? En primer lugar, observar lo que hacemos bien y adaptar ese modo de hacer a las cosas que hacemos peor.

¿Pero es que hacemos cosas bien? Pues sí, bastantes. Tenemos un sistema sanitario que no está nada mal, eficaz y de un coste razonable; todavía sería mejor si fuera un sistema único en vez de autonómico porque mejoraría en equidad y eficiencia. Pese a su mala fama, en buena parte injusta, la educación superior no está tan mal pese a ser francamente mejorable: la razón de que Alemania y otros países busquen ingenieros y técnicos superiores españoles no es la caridad, sino su buena formación. Y mejor es la formación de profesionales sanitarios, médicos y ATSs: de las mejores del mundo, por eso exportamos tantos. Aunque se hable poco de ello, España tienen en muchos organismos internacionales -de la UE al CERN- más empleados, científicos y técnicos de lo que nos corresponde por aportación económica: es que son competentes (de ahí vino el elogio teutónico de llamar a los españoles “los prusianos del sur”).

El sistema de trasplantes de órganos es uno de los mejores del mundo (algo tendrá que ver que no se haya transferido a las comunidades autónomas…). También hay reguladores de referencia mundial que todavía no ha logrado cargarse -en ello están- PP y PSOE, como el Consejo de Seguridad Nuclear. Red Eléctrica Española o las Confederaciones Hidrográficas han servido de modelo de organismos públicos energéticos e hidráulicos en muchos países. Y hay más ejemplos en museos, investigación y empresas de sectores emergentes de gran importancia tecnológica: acuicultura, biofarmacia, nuevos materiales, renovables (eólica y solar) y otros.

Así pues no todo es horrible ni todo está perdido; al revés, quizás sea cierto que, pese a nuestros muchos lastres, tengamos un potencial extraordinario para salir de la crisis transformados. Lo horrendo es ese establishment que nos aflige con su rapacidad, corrupción, incompetencia, inmovilismo y falsedad. ¿Qué puede hacerse para cambiar las cosas? Mandar a casa a esos personajes lamentables y sus grupos de intereses (sociedades, medios, partidos, sindicatos), cosa que se consigue fácilmente por la vía del voto electoral y de la presión pública (legal), y poniendo en su lugar a esos gestores, educadores, profesionales y técnicos que hacen que algunas cosas valiosas funcionen muy bien. Es tan sencillo y factible como eso. Sursum corda!

El caos

 

 

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17 comentarios a “Hay cosas que hacemos bien: una sociedad mejor que su establishment”

  1. Estimado Carlos, en Sanidad, al igual que en otros muchos campos, no creo que se deba de tratar solo de eficacia sino de eficiencia, es decir, de ser eficaz al menor coste posible. Mira, por favor, la página 108 de este estudio realizado por la Organización médica Colegial, (organización también nada sospechosa) y compara compras gastos de las Sanidad pública con la privada: la sanidad pública es a igualdad de actos realizados (es decir, comparando el nº de altas hospitalarias y el de cirugía mayor ambulatoria) el doble de cara que la privada. http://www.um.es/c/document_library/get_file?uuid=f6fcb143-208c-44d6-9145-dddbe462bbdc&groupId=115466
    España es el segundo país del mundo que más gasta en medicamentos, siendo además de los que más gasta en medicamentos nuevos, es decir, caros. Un 25% de los medicamentos que se recetan en España llevan menos de cinco años en el mercado, En Alemania, país de las farmacéuticas, sólo el 5%. Somos el segundo país del mundo después de Corea que tiene más facultades de medicina por 100.000 habitantes… Somos el cuarto país del mundo con más médicos por 100.000 habitantes. Somos el país de Europa con las listas de espera más larga en Sanidad…Un abrazo…

    En Sanidad hay mucho por hacer… y sobre todo hay que dejar de pensar que es un gasto no rentable pero necesario…La Sanidad es el auténtico motor económico de Europa. En España gastamos un 9% del PIB de forma directa en Sanidad….pensemos en todos los sectores asociados.. Tenemos a la FENIN, a Farmaindustria, a la fundación IDIS, muchos grupos hospitalarios de reconocido prestigio etc…que pueden ser la auténtica locomotora económica de nuestro país, junto con el turismo. En sectores desregulados como la ropa o la alimentación sí que somos campeones del mundo…Desregulemos la Sanidad en España. Vigilemos y controlemos la equidad y la universalidad. No es lo mismo la financiación que el aseguramiento que la provisión de los servicios. La provisión pública de los servicios era cosa de Franco y de Cuba. En ningún otro país europeo existe esa fórmula. ¿Por qué se valora diferente a un médico me ve en la consulta pública que si ese mismo médico me ve en la consulta privada con Mapfre.
    Tu artículo me ha gustado. Solo intenté aportarte algo de información adicional en Sanidad. Estoy a tu lado. Un fuerte abrazo.

    Yo, soy médico de la privada y afiliado a UPyD en Baleares desde hace años…

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