La solución federal
Alguien puede alegar que no estamos para federalismos y que, como le gusta decir a Rajoy, “lo único que importa es crear empleo”. Pero nadie informado ignora que nuestra dramática crisis económica ha sido empeorada por unas instituciones políticas deficientes, y por un sistema de administraciones elefantiásico que consume los recursos retirándolos de la economía productiva. Cualquier emprendedor o profesional puede contar que obtener crédito es casi imposible, pero la deuda pública no para de crecer para financiar la administración y el equivocado rescate bancario. En otras palabras, para crear empleos y reanimar la economía es vital solucionar la crisis política previa. Necesitamos un cambio constitucional profundo, y uno que dotara a España de un Estado federal parecido al de Alemania, Suiza o Canadá iría en la buena dirección.
¿Puede pues el federalismo resolver algunos de nuestros problemas políticos más graves? Cada día somos más quienes así lo creemos, aunque quizás no por las mismas razones. Para empezar diré, contra lo que sostiene Rubalcaba, que el federalismo no satisface a los nacionalistas: ellos no quieren igualdad y lealtad federal, sino diferencia y soberanía. Y en cualquier caso, una reforma semejante sólo puede y debe hacerse para solucionar problemas que afectan a todos. La cuestión es la insostenibilidad del peculiar Estado de las Autonomías creado durante la transición. Descartado el Estado unitario tradicional, que tiene problemas incluso en Francia (por rígido y también costoso), un sistema federal, adaptado a nuestras características, es la mejor solución para un país tan extenso, heterogéneo y profundamente descentralizado como es el nuestro.
La Constitución de 1978 instauró un sistema indudablemente original. Por razones de prudencia política evitó la palabra “federal”, que sonaba a ruptura, pero introdujo rasgos claramente federales en la organización territorial del Estado. Sin embargo, al rehuir definir a España como Estado federal y tratar a la vez de contentar al nacionalismo -sin éxito, porque es imposible-, admitió el sinsentido de los “derechos históricos” y abrió la puerta a la delegación ilimitada de las competencias del Estado a las Comunidades Autónomas, con el resultado de que el Estado de las Autonomías es un raro híbrido de Estado centralista, federal y confederal. En efecto, es centralista mantener las anacrónicas Diputaciones provinciales, federal conceder a las Comunidades Autónomas competencias exclusivas, y confederal aceptar que las Comunidades Autónomas acaben siendo imitaciones de Estados soberanos.
Las confederaciones son asociaciones muy inestables, y por eso no hay ninguna hoy día. La única que sigue llamándose así, por razones históricas, es Suiza, que hoy es otra federación. En España, la inestabilidad confederal ha promovido las tensiones secesionistas en Euskadi y Cataluña, primero la de Ibarretxe y ahora la de Artur Mas. Ninguna nación del mundo puede soportar mucho tiempo que se ponga en cuestión la igualdad de derechos de sus ciudadanos para decidir sobre la integridad y el futuro de su país, y esa es la razón de que ninguna Constitución democrática reconozca el “derecho a decidir”, eufemismo de la autodeterminación. Por supuesto, una parte puede decidir que quiere abandonar el país de sus conciudadanos, pero Canadá advirtió a los nacionalistas de Quebec que, llegado el caso, deberían elegir entre la federación o la independencia sin ayuda canadiense. La soberanía a la carta, estilo adolescente, está completamente descartada.
¿Qué nos aportaría el modelo federal? En primer lugar reglas de juego claras e iguales para todos. En un Estado federal las competencias están claramente delimitadas, sin las carísimas e ineficaces duplicidades administrativas que soportamos en España y que tanto han agravado la crisis y erosionado el Estado de bienestar. Se sabe qué administración se encarga de cada cosa a partir de la regla de que la ley federal siempre prevalece sobre las leyes federadas o autonómicas.
El federalismo reconcilia descentralización territorial con igualdad de los ciudadanos. Protege constitucionalmente las características de los entes federados como sus tradiciones, lengua y competencias propias, pero sin que esas diferencias se opongan a la libertad personal y a la igualdad de todos. La descentralización es compatible con un Estado federal fuerte que garantice los derechos fundamentales y redistribuya recursos entre las comunidades -y personas- de distinto nivel de renta. El sistema fiscal federal es equitativo e igualitario: el Estado federal cobra sus impuestos, y los entes federados otros con los que financian sus gastos e inversiones.
Se trata de lograr lo que en España es cada día más difícil: que el Estado tenga recursos suficientes para invertir en educación, ciencia o sanidad, y que los ciudadanos -o las empresas- podamos ir de una Comunidad a otra sin perder derechos a la sanidad, educación o trabajo. Y el desvencijado y ruinoso Estado de las Autonomías ya es incapaz de eso. La descentralización y la diferencia, llevadas hasta el absurdo absoluto de los 17 sistemas descoordinados para todo (sanitario, farmacéutico, judicial, educativo, de normas de todas clases…), abandona a los ciudadanos a su suerte.
No le hagan caso al inmovilista Rajoy ni al nada federal Rubalcaba, pues su modelo político está muerto y eterniza la crisis: es el Estado de las Autonomías, que apenas puede hacer ahora algo más que pagar pensiones, subsidios al desempleo e intereses de la deuda, y eso a cambio de más impuestos y menores prestaciones. Podemos elegir si queremos ser un país arruinado donde las diferencias inventadas del nacionalismo y la burocracia voraz sean más importantes que las personas, o bien otro donde importen más la igualdad, la libertad y los derechos sociales que las sustancian. Un sistema federal puede conciliar descentralización racional con estos valores. Por eso es una solución.
Publicado en El Diario Vasco el 27 de octubre 2013
Muy interesantes reflexiones sobre el federalismo, tanto las a favor como las en contra. Yo por mi parte preferiría aportar una reflexión menos filosófica y más práctica y posibilista, más centrada en la estrategia política concreta.
Cuando decimos que somos un partido laico, un partido transversal, que propugnamos la austeridad o la lucha contra el fraude fiscal casi todos nos entienden lo que queremos decir. Pero en cambio cuando decimos que somos federalistas no, y tenemos que añadir un montón de matices para explicar «nuestro federalismo». De hecho ya hasta el mismo Carlos acota que nuestro federalismo no tiene que ver con el que propugna el Psoe.
De ahí que yo creo que a mí, como seguramente a muchos, no es una palabra que entusiasme, no tanto por rechazo intelectual como porque no es una palabra que atraiga a quien la escucha, no tiene un sentido unívoco. Es una palabra que conlleva cierto cansancio y desgaste por exigir detrás de la palabra mucha delimitación y concreción.
Por eso sin renunciar a ese objetivo federal (en realidad el sistema de las autonomías es ya cuasifederal) … porqué en lugar de empezar desde arriba no empezamos desde abajo? Porqué no trabajamos en concretar las soluciones concretas que queremos y luego trabajamos , poco a poco, en conseguirlas?
En esto los nacionalistas nos han enseñado una muy inteligente forma de actuar que les ha dado excelentes resultados. En estos 30 años nunca apelaban a su aspiración de independencia, y así han ido avanzando inexorablemente hasta unas extraordinarias cotas de autogobierno, y ahora 30 años después es cuando plantean la independencia.
Yo reclamaría ese enfoque práctico en contraposición a enfoques más idealistas.
Ahora por ejemplo en breve (en el 2014) se va a replantear el SISTEMA DE FINANCIACION AUTONÓMICO, que es el auténtico caballo de batalla, la pugna entre nacionalistas y no nacionalistas (pues ya se sabe que cuando un nacionalista habla de independencia en realidad está hablando de dinero)
financiación autonómica hemos pasado de ceder a las autonomías el 15% del Iva + IRPF (los dos grandes recursos del estado ) pero en pocos años hemos pasado a ceder el 50% (y sin obligación de destino finalista, las autonomías lo pueden dedicar a la sanidad o a la televisión y propaganda)
Y previsiblemente en el 2014, con las presiones catalanas, se aumente al 60%.
Qué quiere decir esto? Pues que por la vía de los hechos estamos creando un sistema similar al vasconavarro para toda España, cada uno se está quedando con sus impuestos. Estamos vaciando al Estado y estamos impidiendo reales políticas de igualdad y solidaridad.
Y ahí es donde nuestro partido debiera plantear la batalla, y no sé si tenemos una posición suficientemente clara y atractiva, a mí me parece excesivamente genérica. Por mi parte por ejemplo aporté ahora una enmienda ahora para en educación+ sanidad crear una serie de servicios básicos iguales y luego pagar el Estado directamente a las autonomías según baremos y personas. Es una alternativa como puede haber otras.
Insisto me parece que la batalla sería más fructífera si diseñamos una estrategia concreta en las grandes áreas «federalistas» (seguramente sanidad+ educación + justicia) que queremos retenga el Estado y trabajemos sobre ellas. Poco a poco.
Buen Congreso y saludos cordiales
El federalismo como modelo estado si es defendido por una gran parte de la población pero no por todas. Hay gente que quiere recentralizar el estado, otros mantener el sistema actual, otros que quieren avanzar hacia el modelo federal y otros e incluso la independencia. Que hacer en ese momento?? Si todos no lo quieren que se hace?? Se impone??
Yo creo que antes de hablar de federalismo hay que preguntar a todos los españoles si lo desean a no.
No tengo dudas de que en las autonomias historicas ganaria el SI pero y ¿en las demás?
Yo prefiero hacer grandes estados federales uniendo las regiones segun su cultura al estilo «britanico».
Porque, en españa existen la cultura castellana, la vasca, la gallega y la «catalana».
España hasta el siglo XVIII era una monarquia absoluta de caracter federal a la que se le llamaban el reino de «Las españas», despues llegaron los borbones y quisieron establecer el modelo frances de caracter centralista.
Yo soy vasco, ni centralista ni independentista, justo en la posición en el que se encuentra la mayor parte del pueblo vasco, si el modelo federal propuesto por UpyD conllevaria a perder competencias claves yo diria que no. Aunque claro deberian explicarse mejor.
Aqui, en euskadi, UpyD esta catalogado como partido de extrema-derecha más a la derecha incluso que el PP, ¿Porque??
Los mismos que consideran a UPyD de «extrema derecha» son los que encuentran estupendo el nacionalismo obligatorio, y a los terroristas de ETA chicos un poco brutos y algo equivocados, cuando no unos héroes. En Euskadi hace mucho que todos los valores están invertidos: el verdugo tiene razón y la víctima es vengativa.