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Los políticos, sus programas y el cumplimiento de sus promesas

Una de las quejas más frecuentes sobre los políticos es su tendencia a incumplir sus promesas. Nada que objetar, porque es una queja realista basada en la experiencia. Pero la cuestión de si un político debe estar o no obligado a cumplir lo que ha prometido a sus electores es más compleja de lo que pueda parecer. Además de a los políticos, incluye también a sus votantes, a bastantes de los cuales parece no importarles mucho el cumplimiento, a la vista de que votan y vuelven a votar -como los peces en el río- a partidos y personajes que les han defraudado o engañado una y otra vez. Luego están los que votan -y reclaman que se cumplan- promesas tan absurdas, improbables o disparatadas que parecen el programa de Peter Pan para el país de Nunca Jamás.

En fin, la cuestión tiene una doble cara: la responsabilidad política de cumplir los compromisos, expresados en promesas y programas, y la responsabilidad de elegir con responsabilidad y sensatez que corresponde a los electores (razón que convierte en políticos a todos los ciudadanos de la democracia aunque no tengan cargo alguno, guste o no). El derecho a elegir es la columna vertebral de la democracia, y conlleva la obligación de elegir lo mejor posible.

Vaya por delante que estoy convencido de que los políticos debemos cumplir nuestros compromisos lo más fielmente que sea posible. Y que para cumplir es imprescindible formular programas electorales lo más realistas que podamos, coherentes con el ideario o proyecto político propio. Pero también ocurre que no sea posible cumplir un programa porque, sencillamente, sea irrealizable, aunque esta no sea la única causa (o excusa) para el incumplimiento. Hay más.

¿Es aconsejable obligar por Ley a cumplir el programa electoral?

Algunos proponen obligar a cumplir las promesas electorales, a mi entender con arriesgada ingenuidad, mediante leyes coercitivas que permitan destituir al político que incumple (y supongo que poner en su lugar a otro que sí lo haga, aunque no sabemos si del mismo partido o de otro). Acaba de proponerlo IU, lo que no deja de tener su gracia tras ver cómo ellos han incumplido en Andalucía, entre otros incumplimientos en muchos otros sitios, la promesa de exigir el cambio de la ley electoral andaluza. Otros también prometen primarias y luego resulta que la dirección presenta a los vencedores antes de convocarlas…

El argumento que fundamenta este tipo de propuestas coercitivas es que un programa electoral es un contrato entre representante y representado. Estoy de acuerdo con que es un contrato, pero debo añadir que existen muchos tipos de “contrato» y que no todos son equiparables a los mercantiles, en los que una parte se compromete a proporcionar a la otra un bien o un servicio en unas condiciones preestablecidas por la ley. Los contratos políticos se parecen más a los matrimoniales o a los implícitos de amistad: su cumplimiento depende de que se mantengan las condiciones en que se estableció, como el amor, el afecto o el  interés mutuo entre los suscribientes. Si todos los contratos fueran irrompibles, irreversibles o irrevisables, no podría haber divorcio legal, por ejemplo; es un punto de vista fundamentalista.

¿Incumplimiento por realismo o por engaño deliberado?

La alarma social por el incumplimiento de los contratos políticos aumentó con el escandaloso caso del programa con el que Rajoy y el PP ganaron las elecciones generales de 2011. Realmente hay pocos precedentes de un gobierno tan disímil, incluso antagónico, con lo prometido: ¿qué se había prometido reducir impuestos y crear empleos?; pues toma, aquí tienes exactamente lo contrario. La doble excusa de Rajoy ha sido culpar a la “herencia recibida”, y que las instituciones europeas y mercados no le han dejado otro remedio que hacer lo que no quería hacer. Incluso pretende que este descarado fraude se tome como un ejemplo de coherencia política y rectitud moral, un ejercicio de hipocresía realmente impactante.

Lo cierto es que el PP conocía bien la “herencia” que le tocaba del anterior Gobierno, pero que sus promesas eran completamente incongruentes con la realidad: el gigantesco déficit fiscal, y sobre todo las decisiones políticas (es decir, que tenían alternativas) de rescatar las Cajas, mantener las administraciones intactas y algunas inversiones populistas (como el AVE), hacían completamente imposible rebajar impuestos; al contrario, abocaban al rescate y al enorme crecimiento de la deuda pública mientras se reducía el crédito y aumentaba el paro. De modo que comparto el juicio de que Rajoy engaño a sus electores y llegó a presidente sin la menor intención de cumplir sus promesas populares. El programa del PP era y es, sencillamente, una tomadura de pelo como lo definió Mitterrand: un documento escrito en papel mojado, pensado para incumplirlo al día siguiente de ganar.

La cuestión es si una ley coercitiva que identificara Programa Electoral con contrato mercantil, y permitiera destituir a Rajoy y a sus 185 diputados del Congreso, le obligaría a cumplir un programa imposible e incongruente con sus decisiones de gobernante. Evidentemente, no. Ninguna Ley coactiva sobre el cumplimiento de programa podría conseguir que los impuestos bajen mientras suben deuda y déficit, ni tampoco crear empleos mientras se destruye el tejido económico productivo para salvar el financiero. Esas son decisiones de política fiscal, económica y laboral, respectivamente (que pueden funcionar mejor o peor, y más cuando no dependen solamente de un país: la política no es Dios).

Los programas políticos y sus limitaciones

Hay varios problemas con los programas políticos, aunque solo me referiré a dos bastante obvios.

El primero es de tipo cognitivo: la realidad es cambiante y compleja, es temerario creer que se conoce por completo, e imposible de prever y encerrar en ningún documento programático (como piensan equivocadamente muchos políticos académicos y diletantes). Un buen programa económico para un país en un momento dado puede saltar por los aires si hay, por ejemplo, una crisis financiera internacional, o monetaria, o un alza imprevista del precio de la energía, un desastre natural, etc. Viene a cuento recordar aquella ridícula propuesta de Rodríguez Zapatero de prohibir la crisis financiera por decreto…

El segundo es pragmático: incluso cuando un programa electoral o de gobierno es realista, posible y realizable, tropieza con el hecho inevitable de que los sistemas democráticos no permiten a ningún partido la realización completa de lo que se llamaba “programa máximo”.

Incluso con mayoría absoluta hay que pactar y negociar la ejecución del programa porque la sociedad es plural y pluralista, existen la opinión pública y grupos de interés poderosos e influyentes que ejercen una oposición muy eficaz, sea mediante movilizaciones públicas o presionando en los despachos, y finalmente hay contrapesos institucionales y marcos jurídicos preexistentes que pueden desvirtuar, variar o frustrar promesas electorales muy pensadas. Uno de los principios básicos de la democracia es que se debe respetar a las minorías, cuyos derechos garantiza la Constitución. Tener la mayoría no justifica arrollar al que piensa diferente y privarle de derechos. Yo puedo y debo comprometerme a intentar que las propuestas de UPyD se cumplan al máximo, pero sé que muchas veces habrá que negociarlas y adaptarlas para que la mayoría pueda aceptarlas, y siempre respetando a las minorías disidentes. Si dijera otra cosa, mentiría (o sería imbécil o tramposo, que es peor).

¿Entonces, qué podemos esperar de la política?

Francamente, si alguien cree que la democracia permite realizar al 100% un proyecto político de partido, o ejecutar absolutamente un programa electoral, va a llevarse tremendas decepciones: no es posible porque la democracia existe, entre otras cosas, para impedirlo. Un proyecto político único acabaría con el pluralismo y, por tanto, con la democracia (como se empeñan en no entender los nacionalistas y la paleoizquierda, o sí pero les da igual).

Entonces, ¿cómo obligar a los políticos a cumplir sus promesas, y hacer que los programas sean dignos de confianza? Yo creo que en realidad solo hay dos maneras: una, ejercer el voto crítico retirándolo a quien nos haya decepcionado o engañado (ya se sabe: si te engañan dos veces, la culpa es tuya la segunda vez); otra, exigiendo a los partidos programas realizables con la lógica cláusula de revisión y de legalidad, es decir, con valor de contrato sometido a la confrontación política con la realidad y de armonía con el marco constitucional. Al fin y al cabo, si nos empeñamos en que se cumpla una promesa electoral absurda estaremos exigiendo que se cumpla un fracaso, y nada más. Algo parecido a rechazar el divorcio porque nos prometimos amor eterno aunque ya no soportemos a la otra persona. Una verdadera locura, ¿no es cierto?

No hay soluciones mágicas y definitivas para los problemas complejos, y menos a través del engorde del BOE con leyes absurdas, olvidémonos. La política honrada, sin trampa ni corrupción, se parece mucho más a la vida: la adaptación, el realismo y la capacidad de cambiar son tan importantes como los principios, las ideas y la firmeza. Y como la vida misma, la politica exige llegar a acuerdos con otros en vez de intentar suprimirlos.

Marx brothers

 

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12 comentarios a “Los políticos, sus programas y el cumplimiento de sus promesas”

  1. Ni siquiera un proyecto político único puede cumplirse: Mao fracasó estrepitosamente con su Gran Salto Adelante. La clave es no hacer programas políticos irrealizables, como es el caso, que sólo son propaganda para los forofos.

  2. José Manuel Ferradas dice:

    Cuentan que Aristóteles caminaba con sus alumnos cuando les preguntó: ¿Qué preferiríais, un político tercamente fiel a sus principios o uno que oscila con los juncos del devenir? Como una sola voz todos contestaron que al primero.
    Pero ¿y si sus planteamientos fueran erróneos?- Volvió a preguntar.
    Tras los murmullos surgió una respuesta- En ese caso el segundo pues podría adaptarse según las circunstancias. Y tú, maestro, ¿cuál sería tu opción?-
    Hizo un alto, cruzó sus brazos y contestó con la sonrisa del tiempo grabada en su anciana mirada – La perfección no existe y es difícil encontrar alguien que sea firme en su creencia y elástico en su aplicación pero siempre será preferible un error a la cara que un acierto por la espalda-

  3. Cuando ten engañan muchas veces y sabes que van a seguir engañándote cambia tu voto porque estás dañando la Democracia.

  4. Efectivamente, es un asunto delicado. Pero hay una cosa que está clara: cuando alguien vota a un partido, lo que está votando es un programa electoral. ¿De qué me sirve a mí votar si al final un gobierno va a hacer lo que le dé la gana? ¿Y de qué sirve retirarle el apoyo si luego votando a otro partido puede volver a pasar? Mi propuesta sería la siguiente: todo lo que un político quiera hacer en contra de lo que dijo que haría en su programa electoral debe someterlo a referéndum. Puesto que nadie le dio permiso (ni votos) para hacer eso, lo lógico es que se consulte a los ciudadanos. La democracia es eso: se vota para que se haga algo. Todo no puede venir en el programa electoral, está claro, pero no puedes gobernar haciendo lo contrario a lo que te has comprometido.

    Cuando Rajoy dice que no le ha quedado más remedio, miente: si no puede cumplir, debe convocar elecciones de nuevo y presentarse con un nuevo programa.

    • Luzfugaz dice:

      Totalmente de acuerdo con la última frase. Pero, ¿ tiene vergüenza torera algún político de los partidos viejos ?

  5. Dani dice:

    En mi opinión es cierto que en política se debe tener cintura, pero sin dejar que tus ideas desaparezcan en la confusión del debate. En mi opinión, los partidos deberían dejar claras ciertas líneas programáticas infranqueables ( como, en mi opinión ya hace upyd, aunque mi opinión en este caso es algo sesgada pues soy afiliado) y una serie de «carta a los reyes magos», de lo que al partido le gustaría y se compromete a defender, pero sin sectarismo y sin cerrarse al debate. Y, cuando algo afecte a los ciudadanos de forma directa (pedir un rescate, por ejemplo) estoy completamente de acuerdo con manuelsapam que debería votarse en referendum.

  6. fermin dice:

    mis queridos amigos, leo con sorpresa ciertas vacilaciones en vuestro intento de explicar si un politico tiene o no que cumplir sus promesas.Yo lo tengo claro,aquello que no puedas cumplir no lo prometas,puesto que entonces tendrias que incorporarte a otro partido politico.La unica cosa que puedes hacer es no tocar el tema,y si lo tocas sigue con todas las consecuencias.Las personas ,si ven que algo no se cumple esperan que les des una clara explicacion, por lo que no has podido realizar esa promesa.Si la causa es logica e imposible en ese momento por las circustancias no te pediran cuentas.Pero si faltas a tu palabra seras un mentiroso y perderas toda la credibilidad,dejaras de ser una persona de dignidad intachable.Perjudicaras a tu partido y no habras sabido desempeñar tu cometido.Te imaginas que el que miente es un medico,ó un profesor…que pasaria? Porqué el politico tiene que tener una patente de corso para mentir,escudarse en cuentos orientales …No,el politico que no lleve su cargo con honradez y claridad que se pase a otro partido.No os parece poco lo que nos ha caido a todos por actuar asi los politicos del PSOE,PP,….porque lo que si es claro que la corrupcion pertenece a ese mundo de la mentira.
    Actuaciones de incumplimiento provocan lo que me comentaba hace unos dias un amigo,el por motivo de su cargo y profesion paso en los años del terrorismo por circustacias como pintadas con su nombre,panfletos,denuncias en el juzgado,amenazas directas,aparecer en listas…y en sus relaciones con politicos como ministros,gobernadores civiles,delegados de gobierno…recibio promesas sobre las detenciones,cumplimientos de las condenas..y ahora conocido lo que ha pasado siente una incredulidad sobre lo que dicen los politicos que le provoca asco,no me extraña.Ustedes han pasado y preguntado en los centros policiales y cuarteles de la guardia civil lo que opinan de los politicos? Deberian hacerlo,saldrian con la cabeza bien baja y avergonzados.
    Un saludo.Otro dia mas

  7. Salvo algunas propuestas puramente IDEOLOGICAS de fácil transposición legislativa (por ejemplo criterios para una ley de aborto, recurso previo inconstitucionalidad, máximo dos legislaturas para cargos públicos etc) la mayoría de las propuestas electorales, especialmente las de CARÁCTER ECONOMICO, no deben pretender cumplirse. No puede aceptarse que alguien se comprometa a una determinada bajada de impuestos, o a una determinada subida de las pensiones por ejemplo cuyo cumplimiento sea simplemente imposible o a costa de un alto precio para el conjunto de la economía

    Si a alguien nombran Director Financiero de una empresa le puede llevar 6 meses aterrizar y concretar un planteamiento de viabilidad. NO te digo nada en un Estado y tan internacionalizado

    Yo por eso creo que lo programas debieran contener fundamentalmente una serie de PRINCIPIOS de actuación (austeridad, reducción gasto público, eliminación duplicidades, armonización fiscal territorial, decidida actuación contra el fraude fiscal etc) , sin especial concreción en cuanto a las acciones..

    Saludos

  8. Pienso incluso Carlos que el obligar al cumplimiento de los Programas Electorales podría contravenir el espíritu constitucional de la libertad de acción de los diputados, no sometidos a mandato alguno.

  9. jose dice:

    Un programa electoral se hace y se elige para ser ejecutado,si no se realiza o se intenta con empeño es un fraude.

  10. El Tío la Vara dice:

    Muy apreciado sr. Gorriarán, leía hace unos días con estupor (y cierta dosis de decepción) un comentario suyo acerca de la votación estrictamente democrática en la que el pueblo suizo (soberano, salvo mejor opinión suya en contra) ha decidido, con sus consecuencias, regular la inmigración de forma restrictiva (dado que la Constitución helvética no dice nada al respecto).

    Decía usted en el mencionado tweet que «hay cosas sobre las que el pueblo no debe votar» (refiriéndose a un supuesto derecho humano a la inmigración/emigración).

    Que ésto nos lo digan desde IU, pase. Que ésto nos lo diga un Doctor en Filosofía… es para emigrar todos y no volver jamás.
    Dejando de lado las mil críticas posibles a los Derechos Humanos por ser una creación cultural (que ni es universal, ni atemporal ni inmutable) a las que usted no tendría respuesta (ni usted ni nadie), me voy a limitar a enlazarle un pequeño muerdo filosófico acerca de los DDHH.

    No caigan ustede también en la trampa de rebajar el discurso político. Son de lo poco decente y honrado que queda en nuestra esfera política.

    http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/03/actualidad/1391444426_709914.html

    Un cordial saludo.

    • Da igual que los DDHH sean una creación cultural porque esa afirmación es tautológica y no añade nada a su fuerza normativa, tanto ética como jurídica. Suiza no ha votado derogar un supuesto derecho humano a migrar sin límite, sino acuerdos bilaterales con la Unión Europea. Somos los ciudadanos de la UE los expulsados de Suiza, por si no se ha enterado, mientras los suizos pretenden retener para ellos la libertad de viajar y trabajar por la UE. Eso es conocido como «ley del embudo» y no necesita de complicadas construcciones teóricas para entender su radical injusticia. Así que dejémonos de monsergas y llamemos a las cosas por su nombre: el «pueblo soberano» de Suiza ha aprobado por muy poco margen un trato privilegiado para ellos mismos en la UE, y discriminatorio para los ciudadanos de la UE. No puede quedar impune.

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